lunes, 3 de mayo de 2010

Variaciones sobre la realidad y el deseo.


I
Tiembla tanto cada trazo que las palabras nacen partidas, deshechas antes de probarse. Dudo en marcar la hoja, es mejor contemplarme en su ignorancia, sin verdades que duelan y persigan desde el silencio y la quietud de una blancura rota.
Siento mi pulso, mi sangre dando palos de ciego, la veo pálida, desangrándose ante la certeza de un cuerpo, de una boca, de un adiós que no termina de pasar aunque hace tiempo la estación ha quedado vacía y el reloj avanza, avanza, avanza en cada golpe del segundero, en cada latido que niega la muerte mas no la soledad.
La carne se ha dormido, anestesiada y estesiada en un cauce sin agua y sin sendero. Mi sangre quisiera detenerse, salir por cada poro, abandonar este cuerpo que busca una geografía perdida, una ciudad que nunca ha existido, un perfume huérfano de olor; nada puede decir, cae gota a gota en un pozo ciego, sin goces y sin orgasmo.

II
Lamer un coño no es ya una búsqueda de mí mismo ni una definición. Escurren las sales entre la lengua, los vinagres del placer, el espasmo que vislumbra los colmillos del tigre. Pero la sangre, ¡ah, la sangre!, aunque pétrea permanece licuada. El tacto tiene la sabiduría entristecida. La matemática erótica se impone a la improvisación y al juego. Cada gemido provocado es la resultante de una ecuación, puta que conoce y realiza su oficio, nada más, sin arte, así el cuerpo responde y trabaja.
Estoy desposeído de mí mismo, confinado en algo que no soy, que no quiero. ¡Carajo!, ¡Qué fue de tanto galán!, ¡de tanta vida, de tanta sangre, de tantos putos besos!; ¡para qué tanta saliva, tanto coño, tanto aliento!. Ni plumas ni ceniza de lo que fui. Y me duele la verga de tanto tratar de regresar a lo que era. Y los toros de la carne parecen tan muertos, muertos, muertos.
Aun así me impongo el oficio de calzarme, de la camisa, de la calle, y sé que la única certeza es la negrura de las horas, de mis pasos dirigiéndose a una cita con la esperanza de reencontrarme, de volver armar los rompecabezas del deseo en su carne, en esos labios rubios y pequeños; quizá sus manos puedan hacer algo con este cuerpo que precisa de sus derrumbes, de ser girón de sueño, papalote herido entre sus nalgas; necesito mi verga enamorada de los jugos de la inmediatez, sin recuerdos ni simulacros de futuros, no quiero fijar un rostro sino la insinuación de todos ellos.
Requiero de todos los alcoholes y perfumes de mis infiernos particulares porque no sé qué hacer con esta piel que ya no responde ni respira, no sé qué hacer con este ermitaño que quiere sembrar su desierto en estas selvas que han ido enredándose poco a poco en mis huesos, en mis entrañas, en mi boca, nutriendo mi semen; y que ahora la esterilidad quiere arrancar de tajo todo lo que me ha forjado hasta ahora.

4 comentarios:

  1. Gran entrada, eres un hijo de... Cernuda, Cernuda.

    Señorita Cometa.

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  2. wow... vaya que el chatito anda inspirado!

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  3. Y la otra ya la quiero, ya la quiero, ya la quiero.

    cmtome

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