miércoles, 30 de marzo de 2011

Mademoiselle: ?


Le escribo antes de dormir, porque no es posible que no se haya aparecido, ya no digamos completamente, aunque no estaría mal que usted abusara del fetiche que tengo por sus uñas rojas, por el olor de su pelo, por sus lentes, que dicho sea de paso la hacen ver hermosa.

Pero dejemos la estética un momento, porque esta carta no es para hablar de lo bella que es usted, sino para reclamarle el modo abrupto en que se fue la última vez. No es posible que por el ruido insignificante del despertador, usted desapareciera así como así, dejándome sin nada, sin siquiera su nombre –aunque lo sé, pues es el nombre que yo le he dado-, sin un cabello entre la boca, sin un rasguño en el pecho o en la espalda. No, sencillamente eso no es correcto.

Acaso no sabe usted que hasta Coleridge, un hombre sin oficio ni beneficio, recibió una rosa al regresar del paraíso, óigalo usted, ¡una rosa!; del paraíso ni hablo porque del mío, tengo la seguridad que es más grato. Yo no le pido una flor, nada que pueda comprometerla. Sabrá Dios la vida que lleva usted; pero digo, nada le cuesta con dejarme una marca en la piel, el olor de su cuerpo en la habitación, un poco de saliva seca entre…; vaya, no somos animales pero tampoco máquinas para dejar la habitación sin olor alguno, después que usted…

No es el momento de ponerme sentimental, aunque ¡aaay ¡, “direlo, pues en fin un sueño fue, soñé que te… “ No, no, que ganas no me faltan, pero este es un reclamo no una remembranza. Mire, he pensado en usted todos los días, sobre todo antes de irme a la cama: ya sea tomando un vaso caliente para que el sueño llegue rápido; bebiendo una, bueno dos, quizá tres copitas para darle carne a su recuerdo; o me he ido sin alimento para que al verme tan hambriado venga usted a darme algo que morder. Vaya, lo he intentado todo, todo y nada. Usted ni se digna.

Esta situación no puede seguir así, juro que si no viene hoy en la noche, no le aseguro fidelidad alguna, porque –usted no está para saberlo ni yo para contarlo- pero Audrey Hepburn e Ingrid Bergman últimamente andan coqueteando conmigo y no les he dado entrada porque la verdad son muy santurronas –aunque dicen que las más seriecitas-, pero bueno, además para qué negarlo, usted es la chica de mis sueños, como lo oye, ¡de mis sueños!- Aunque todo tiene un límite y no voy a estar esperándola por siempre.

ATTE: El hombre del cuarto con muchos libros y un poster de Casablanca en la pared al lado de la cama. Sí, el cuarto que huele a café.