viernes, 22 de abril de 2011

Clochard de viernes santo (fragmento)


Tengo la verga helada, endurecida y triste como las cañerías de esta puta ciudad que adjetivo con odio, a lo fin de siècle, pero a lo pathétique; pues no puedo ir a lo clochard escupiendo sombras, consumiendo fiebres ni heridas, ni recolectando vidrios mellados de souvenirs en estos bolsillos que ya no pueden cargar con nada: “fleuve d’oublie, jardin de la paresse” es mi rostro en los diversos espejos que no me dan la cara, escupiendo en su sordidez un perfil lascivo, soez que borra la delicadeza de cette “Oreiller de chair fraîche où l’on peut aimer...”

Puta sensación de abandono, de tener el spleen en las agujetas de los zapatos apretándome el cuello, el estómago cobarde que sigue vomitando sus “chiennes en rut” porque no puede contener su propia saliva, la espuma de un amor que deja ahogando, por temor, a unos metros de sus ojos, en la plage “A, noir corset velu des mouches écletantes”

Humareda de vocales, gemidos, deseos que no alcanzan a ser comunión, flama de ningún cirio en los nocturnos altares de alguna virgen desnudada de la ventura, del agobio y del frío de su virginidad: “Tes baisers , je ne puis jamais les avoir sus: et mon cœur et ma chair par ta chair embrassée fourmillent du baiser putride de Jésus... o Estevan, Emilio, Alejandra, qué se yo, pero jamás mi nombre del que yo mismo reniego, que no me sirve para nada ni como moneda de cambio ni siquiera para nombrarte en él, para morderte en él, para humedecer las sombras y las cenizas de tu ausencia, para aliviar las caries de mis sentidos, el crucifijo de mi entrepierna que siente el golpe de los clavos de cada letra de tu nombre que no tengo, que no es mío, que sé y que me duele...

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