sábado, 24 de marzo de 2012

TODO ES UN FUE SIN PARAR EN UN PUNTO



A veces se requiere un poco de ayuda. No sé por qué escribí este inicio. Me gustaría borrarlo pero estoy cansado, pueden olvidarlo y recomencemos: A veces se requiere un poco de ayuda. Lo volví hacer, definitivamente hay veces que uno quisiera cambiar el pasado pero simplemente éste se nos impone y por más que queremos borrarlo permanece fijo y muchas veces se repite como esta oración inicial.
No es que esté jugando, de verdad no puedo quitarlo, no sé por qué. ¿Ayuda? No la necesito, al menos no en este momento. Requiero descanso o más energía y que el día sea lo doble de largo para terminar todos mis pendientes. Si han sentido alguna vez urgencia por vivir o que la muerte ya les babea la nuca, quizá puedan entenderme.
Tampoco es que esté muriendo, pero siento que últimamente la vida se acaba y se consume de una manera demasiado cruel, sin darme tiempo a nada. Me gustaría que mis manos pudieran detener los tobillos del tiempo un momento, pero si eso hacen estarían ocupadas y no podrían hacer nada y entonces viviría una eternidad encadenado a detener el tiempo y eso de qué serviría.
El tiempo requiere de dinamismo, aunque se espera que este dinamismo no avance, como si la alegría, el dolor, la tristeza, el orgasmo pudieran durar para siempre. Lo único que dura es el movimiento, hasta el recuerdo es un bosque en perpetuo cambio.
¿Quién se acuerda del olor de la primera mujer desnuda que tuvo entre sus brazos? Yo no. Tampoco recuerdo mi primer beso, quizá pueda decir: bueno, puedo evocar cómo se iba acercando su cara, abarcando todo mi campo de visión; la luz apenas se filtraba por un resquicio de la perrera en donde nos encontrábamos y cada arista que lograba colarse afilaba su perfil, el mismo que iba cortándome, hiriéndome de deseo, dejándome la baba de su ardor en mi boca, que quizá quemaba y palpitaba como ahora al reavivar, quizá más con la imaginación que con otra cosa, aquel pasado.
Pero ya olvidé qué sentí, no puedo acordarme ni del calor ni olor de su aliento, ni de la densidad de sus labios, ni la manera en que oprimieron los míos ni de cuánto duro el miedo o el deseo.
Ese instante ya es un collage de tiempos sobrepuestos que alargo o acorto a placer, porque ni siquiera sé su duración: ¿un instante?, ¿diez minutos?, ¿continúa hasta el día de hoy? El tiempo, como ya sabemos, es relativo. Aunque, entre más gozoso o entre más cosas deseemos realizar es más corto y entre más aburridos estemos o infelices se alargará infinitamente.
El mío desgraciadamente hace ya bastante que me arrastra sin contemplaciones, sin dejarme recoger algo de equipaje, sin tentarse el corazón de los proyectos que tengo en mente o que dejo mutilados. Al menos, de vez en cuando –como ahora–, me deja respirar un poco y prolongar más de lo debido y con más detalles –quizá ficticios– el recuerdo y el deseo de un cuerpo entre el mío.


No hay comentarios:

Publicar un comentario