viernes, 18 de mayo de 2012

LA REALIDAD ESTÁ EN CASA


Por qué tengo una ventana al lado de la computadora y por qué ésa no da a una calle sino a una sucesión de cemento, de paredes fragmentadas por la pereza que supone el esfuerzo de levantarme de la silla y mirar si hay algo más que concreto, que muros.
Para qué me engaño, no hay nada, qué puede haber; y si lo hay es sólo la contundencia de las casas, del enladrillado del vecino y más allá, otra pared despintada por el olvido y por el final de la tarde. Me duele la vista al ver el modo en que el color se le quiebra, se cae como una dentadura floja, tan agotada por sus años que no puede mantener ni el crema ni el rojo que presumía, quizá, en tiempos mejores, dicen que los hubo. Yo no podría dar fe de nada.
Por fin cae la noche y la rotundidad de afuera poco a poco se diluye como las líneas de un rostro en un espejo empañado. Tras la ventana el tiempo se corrompe, se desvanece, se hace sombra o fantasma. Aquí tengo la blancura definida de cada una de las letras del teclado, aunque evasivas siempre -hoy sobre todo- haciéndome sentir como un mono ante un objeto que no comprende, pero a diferencia de él, yo lo preciso, necesito ajustarme a su ritmo, a su respiración, a ese azar que necesita todos mis sentidos y de mi razón para hacerse presente en la pantalla, para mostrarme lo que creí ignorar y ya latía en mí, tal vez, desde hace mucho.
La certeza de lo que poseo ahora: la luz eléctrica, los minutos en el reloj, la computadora, el celular –que esconde muchas veces la felicidad o el terror–, el ruido de Adelaida en voz de Josep Plà; me aplastan, me cercan. Todo es tan concreto, el sonido y la luz dirigen hacia mí sus cuchillas, las siento encarnarse en mi cuerpo. Como si lo que mirara hace unos minutos por la ventana se hubiera metido de golpe y a golpes, a pedradas, sin darme cuenta hasta muy tarde, siempre es tarde cuando nos damos cuenta de lo que pasa o pasó, la herida duele unos segundos después de que fue hecha, así sucede siempre.
Pero al mismo tiempo, tengo miedo de apagar la luz, de darles a mis dedos entera potestad y olvidarme de mí, de la escritura, será porque no creo en una prosa desautomatizada. Siento que la locura se apoderaría de mí y por ello dejo que una, dos, que mil piedras gocen de su dureza en mi cuerpo fofo y sobrealimentado.
Afuera todo ha desaparecido, quizá nunca existió nada, no hay paredes ni muros, sólo los que la noche crea en mi mente; porque del otro lado del cristal nada existe, excepto lo que yo quiera creer que existe. Ahora, aquí, frente a la computadora, en esta habitación iluminada hasta la nausea, la realidad me encara, me empequeñece.
Respirar cuesta trabajo, pues el aire casi es visible aquí dentro, tiene consistencia, ocupa un volumen determinado; cómo poder tragármelo para seguir viviendo, cómo eso me puede dar vida, si lo siento acumularse en mi garganta, taparla; y jalo y jalo más aire y más sobreviene la sensación de asfixia.
Ahora necesito salir, me gustaría. Estoy harto de distinguir mi mano de la pared, quisiera confundir mi aliento con el aire o con el rumor de las hojas o los cables eléctricos, quizá, de la misma noche. Pero me da miedo perder la cabeza, que la sangre pese más o diga más que las propias palabras; por ello prefiero la asfixia de todo, el derrumbe de la casa sobre mí. No puedo apagar la luz, aunque sienta que me sofoco, no debo; al menos, hoy no, no podría.

2 comentarios:

  1. Así es, la realidad está en casa, el espacio íntimo donde cada quien mide sus propias dimensiones y el tamaño de sus angustias. Dada la opresiva e incolora atmósfera que parece rodearte, me atrevo a recomendar lo siguiente:
    1. Búscale un lugar a tanto pinche libro, porque de seguro hasta te tropiezas con ellos.
    2. Cambia de lugar la computadora, para que puedas escribir entradas que no hablen de enladrillados ni hipopótamos compactados.
    3. Olvida las dos anteriores y cámbiate de casa!!
    La entrada es muy buena, y más cuando se presta a las patidifusas bromas.

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  2. me encantan esos lapsos reflexivos mientras describes todo lo cotidiano!

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