martes, 4 de diciembre de 2012

URIEL POLO. ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!



Entre los macanazos, entre los muros de plástico, entre la ternura endurecida, una pregunta, algo para regresar de los golpes, para no desfallecer. Responde: Uriel Polo. Da su teléfono y con ello pide por su madre; y de repente, entre la sangre que diluye sus facciones, una ilusión, un espejismo que se me entierra en los ojos y me hace querer subir las cobijas hasta mi cara, esconderme de la rabia, del sinsentido, de la brutalidad: ¡Hasta la victoria siempre!

Después nada. No, sí, la pesadilla, la inseguridad, la vomitada de fe, los huesos rotos, los cientos de huesos rotos que cargo y no son míos, ese rostro deshecho que trato de sentir frente al espejo, que es casi mío, porque soy hombre, porque soy, porque quiero que sea mío, porque no podemos dejarlo al olvido, porque no todo son cristales rotos. ¿Qué son los lugares sin la gente que los habita?, ¿qué es un sillón sin dos que se miran?, ¿qué es una calle sin barullo, sin juventud, sin libertad?  ¿Dónde poner en mi cráneo esa fractura, ésa que escurre su México por el pavimento, dónde está esa herida que también me pertenece y tengo miedo de aceptar como mía?

Uriel Polo es una afirmación y una pregunta a los tiempos que vivimos, es alguien que somos todos y es él, tangible, necesario, único porque su presencia, su retorno haría que el miedo no nos cubriera por entero.

Muere un portero y sale en los periódicos y nos enternece su historia de vida, sus triunfos, pero desaparece un hombre llamado Uriel Polo y sin saberlo todos empezamos a desaparecer, a morir un poco, a perder esa humanidad, esa ilusoria victoria que es la vida, el grito que es flor, las ganas por seguir siendo joven, por darle respiración a este país que le apesta la boca y tiene los apéndices gangrenados.

Yo necesito a Uriel Polo y a tantos otros que no aparecen en un video, dónde están, qué pasa con esa joven, esa estudiante universitaria que fue vejada, que salió, sí, pero ahora cómo se quitará el traje de terror, dónde dejará el greñero de miedo que un cuerpo armado sin rostro y por ende cobarde ha puesto sobre ella.

Y qué es de ese hombre que pudiera ser mi padre, ese a quien tumbaron y patearon por la espalda, qué pasa cuando se abusa de, se golpea a la, se humilla la vejez. El simple hecho de llegar a cierta edad ya debería ser motivo de respeto. El tiempo, el puto tiempo que todo derrumba no se puede tomar a broma. Si los pueblos no cuidan, no escuchan, no valoran a sus ancianos, estamos condenados a ser desechables.

Siento rabia, odio, miedo, no quería escribir, pero no puedo, no quiero, no debo vivir en el silencio,  ponerme yo mismo la cadena y el bozal, porque  necesito creer, darle sentido a esas voces que ilusoriamente gritan: hasta la victoria siempre.


2 comentarios:

  1. Siento la misma rabia, el mismo odio, la misma impotencia, de saber, que hay mas personas que lo único que buscaban era gritar su rechazo ante la situación por la que atraviesa el país.
    Los ciudadanos comunes que vivimos de nuestro trabajo somos presas de la delincuencia organizada y del sistema político.
    ¿ cómo, en donde o con quien refugiarnos?, si las personas que están para cuidar el orden solo lastiman a nuestros jóvenes, si los gobiernos que están para hacer nuestras leyes,solo las hacen para favorecer a grandes consorcios.
    ahora¿ qué pasara con nuestra juventud, que camino seguirán? es la gran pregunta.

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  2. Después de tu texto y de lo apabullante de la realidad, no he encontrado forma de comentar esto.

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