viernes, 1 de febrero de 2013

LUNA EN CONSTRUCCIÓN



No podía dormir, a la cama le faltaba peso y temperatura. Estaba yo y el techo, mudo, amargo y húmedo (aunque el cáncer no había avanzado mucho, sólo en dos esquinas). La verdad, su falta de charla hizo que mi pensamiento sólo fuera un diálogo conmigo mismo. Un reflejo de lo que decía volvía hacia mí, y entonces ante la seriedad y el mal humor de mi acompañante pensé en colocar un espejo que ocultara su enfermedad... Ella tiene linda espalda y para qué hablar de sus… Tendría que comentárselo, total, nada pierdo con intentarlo. Me levanto, la verdad, para qué seguir haciéndome güey, cuando no llega el sueño, no llega y estoy cansado de hablarme.

Me siento en el sillón de la sala. El pug, que aún no tiene nombre, está dormido en el tapetito al lado del sillón. Todavía no prendo las luces, me divierto –aunque a veces me da miedo imaginar lo que hacen- escuchando los golpes de las herramientas y los diversos sonidos –que no me atrevo a describir- de los lunatics, allá afuera, en el taller al lado de la casa. Sé que necesitan más fotos, pero el problema es cómo decirle, no es tan fácil. Sin ellas no pueden soñar y sin soñar no pueden imaginar y sin imaginar no pueden construir; pero yo tampoco me puedo dar el lujo de hacerla enojar, es una bruja, que a pesar de su apariencia bondadosa, es algo iracunda.

Debería darle un compañerito al pug, quizá un pastor alemán o un viejo pastor inglés, me gustan los perros grandes, además aquí se necesita otro peludo, conmigo no basta. A veces pienso que los pelos son la esencia misma de la gracia, los calvos siempre me han parecido amargados o violentos, es más, uno debería de desconfiar de los lampiños, si el vello ha huido de ellos es por algo.

Pensé que hoy haría más frío pero no. El clima es olvidadizo, estamos a finales de enero y tengo ganas de quitarme la pijama. Recorro la casa, veo el techo retráctil, las paredes verdes, azules y moradas. Aquí también faltan algunas fotografías, quizá una con ella, pero no para ponerla en la chimenea, eso es muy trillado, la pondría en mi lugar favorito, al lado del sillón o guardando mis libros de literatura erótica, digo, para que la lectura no me agarre tan frío.

Después de varios intentos por fin ha quedado la puerta y ya ha tocado algunas veces, pero hoy no sé si vendrá. Estoy tentado a usar el espejo, pero de tanto, he comenzado a desaparecer un poco, al menos estoy más flaco y un poco desleído. No debería hacerlo tan seguido, pero hay cosas inevitables, un vicio que no es gozoso no es vicio, podrá ser adicción, pero no vicio. ¿Alguna vez han visto dormir a una mujer que les guste?, ¿no han querido meterse desnudos y fríos en su cama, ir cogiendo temperatura despacio; y más despacio aún ir juntando milímetro a milímetro el cuerpo, pasar la nariz por la nuca, ir deslizando morosamente los dedos por la cintura, pegar el vientre, aproximar el cóccix, el hueso sacro y sacramente…?

El pug sigue dormido, me gustaría despertarlo y jugar un poco con él, pero no sé cómo se llama, además él está soñando y sería una verdadera crueldad despertarlo. Mi maldición para todas aquellas amadas madrecitas que despiertan a sus querubines, de ellas será el infierno de los despertadores. Además, estoy muy cómodo con este silencio. Creo que dejar sin relojes la casa ha sido una buena idea, ni escucho el golpeteo de manecillas, ni tengo el remordimiento de que estoy perdiendo el tiempo o que éste avanza lento, demasiado lento.

Me hago una taza de té, el café por el momento lo tengo prohibido, voy hacia la puerta de entrada, abro y en el taller de los lunatics las luces sigues encendidas, quisiera ver qué hacen pero sinceramente a veces son demasiado pornográficos, aunque son bastante simpáticos, no puedo negarlo. El pasto está húmedo pero no frío, a lo lejos refulge el sol quedamente. Ha de ser media noche.

Paseo por el jardín, veo los árboles repletos de calaveritas de azúcar. Tomo una, amarga. Tal vez no estemos en temporada o como dice ese verso: “hoy no brilló la estrella de tus ojos.” El jardín es un animal inmenso, pero bastante mimado, ya se acostumbró a que tu aroma mueva las frondas de sus ahuehuetes o que tus labios den carnalidad a sus frutos. Qué hacerle, hoy no brilló la estrella de tus ojos.

Quisiera subirme a un árbol y ver lo que ves. A veces te imagino buscando una estrella que no tienes, aunque creo que las tienes todas. ¿Qué mirarás allí? ¿Qué aires conjurarás y para qué? –quizá deba pensar en ello sin rascarme la nalga, eso quizá rompa el encanto–.

Si ustedes pudieran ver sus ojos en la noche también se harían muchas preguntas, aunque quizá no tengan ganas de agarrarse el trasero. Además, todo empieza con una pregunta y parece que también acaba de ese modo todo. Pero, para qué la fatalidad, si estamos en el origen y en el origen no hay centro. Por ejemplo, desde donde estoy puedo observar el mundo, el suyo, puedo ver a algunos de ustedes. Es más, si hiciera un poco de esfuerzo podría adivinar su futuro, pero no tiene caso decirles qué harán mañana o dentro de un año, porque entonces ese destino no se cumpliría, ya que al saberlo, sin ustedes darse cuenta, harían algo distinto. Con el simple hecho de conocer el futuro éste desaparece porque al pensarlo ya hicimos algo que va en contra de ese porvenir. Al poner un grano extra en el jardín éste dará una planta más y el jardín dejará de ser lo que era. Por eso no vale la pena hablar de lo que vendrá. Mejor dejarlo así.

Creo que con este clima bien podría desnudarme, total. ¡Qué bien se siente! Pensaba que lo tenía más grande. Qué importa, la percepción siempre es engañosa y “todo es del color del cristal con que se mira”. Gigantón.

Me dirijo rumbo al lago, el viento es dulce, como si alguien estuviera haciendo ponche para día de muertos. Las aguas tienen cerrados los ojos, negras y durmientes balancean una balsa en su ombligo. Alguien se yergue y salta de ella. El sol dora una línea de su perfil. No puede ser ella, digo, no sabe nadar. Pero, quién soy yo para juzgar las leyes de este mundo. Por fin asoma su cabeza y lentamente asciende del fondo. Ahora sus pies tocan la superficie del agua. Podría creer en la divinidad ahora, pero el deseo es más fuerte que la fe y además, he dado el primer paso sobre el lago y digo, de divinidad no tengo un sólo pelo y vaya que tengo muchos. Aunque creo en brujas y embrujos.

1 comentario:

  1. Un texto difícil, vago licántropo. No hará falta que desnudarse ni una luna demasiado llena, porque tu metamorfosis está constantemente completándose, cuando termine podrías ser un buen compañero para el pug, una buena mascota para los lunatics y chapotear en el lago, como embrujado.

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