viernes, 10 de marzo de 2017

ELEGÍA



Labro las sombras de la hoja, blanca, pesadamente blanca. Me doy tiempo para sepultarme, dejar de ser esto, olvidar que en los ventanales se refleja mi cuerpo y la tarde…, qué pronto se hace tarde.
Afuera ya cae la noche en los árboles, los cantos de los pájaros amortiguan sus alas, los pasos adquieren otro ritmo, una manera de caminar en un reino que nos rechaza y que tratamos de ignorar con los esfuerzos de la luz eléctrica y el ruido de nuestras voces. Los gatos marchan a sus sombras, guardan de nosotros sus lunas.
No hay pausas en la existencia, estoy obligado a estar, a buscar una salida de ese laberinto que fraguo a mi placer, línea a línea, hoja por hoja, quisiera perderme en este destino, en este punto de guardado de mi memoria.
La única sabiduría es la imaginación, el génesis de los dioses y de los hombres, el verdadero reino de Nunca Jamás. No quisiera salir de aquí, me falta tanto por conocer, qué habrá en la siguiente palabra, al doblar la frase, ¿aparecerá en ese punto ciego de mi vida un destino o la espada de una revelación?
La gente tras la puerta me apura a dejar la pluma, me arranca la escritura y hay tanta orfandad entonces, quisiera cerrar los ojos, negarlos, pero la juventud no permite que se le niegue, no pide permiso para arrancarnos los ojos. La belleza nos aniquila Rilke y es el tiempo quien le da su monstruosidad, quien me avisa que pronto serán las seis y tendré que forzarme a salir de mí mismo, hacia no sé qué parte de mí y de los demás.
Leo el título del libro que tengo sobre el escritorio: Las elegías de Duino. Hoy veré en clase la primera; tan poco el tiempo para hablar del amor y la muerte, de esas voces que nos conforman, de este nombre que parece un diente flojo.
Entran en tropel, nos saludamos, trato de conservar mi unidad, de ser uno en este cuerpo que se niega a contenerme, qué ángel desdeñoso me estrecha ahora, qué boca me destruye contra su corazón y guía mis palabras; y sí Rilke: “La belleza no es sino el nacimiento de lo terrible”. La belleza…, qué difícil es empezar una elegía con una pregunta sin respuesta y con tan tremenda palabra. La belleza, ¿realmente existe sin destruirnos?